¿Nos deja algo el Coronavirus?

by José Cheyre
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Son tantas cosas que se pueden reflexionar sobre lo que estamos viviendo que es difícil partir, pero bueno, acá voy con el firme compromiso de que las palabras fluyan y hagan sentido.

La pregunta es: ¿Qué nos deja el Coronavirus? Al principio el encierro era raro, muy nuevo, casi como un cuento o una película de Netflix media apocalíptica donde una desconocida enfermedad hacía temblar los cimientos de la sociedad.

 

 

Después viene la ansiedad y la incertidumbre. ¿Hasta cuándo vamos a estar encerrados? Desde departamentos chicos o casas con mucha gente, a la soledad de las cuatro paredes de las personas que no tienen la chance de compartir con alguien. Cada uno vive su propio cuento y construye realidades en un mundo en el que todo lo que pasa parece ser todo lo contrario. La irrealidad misma de una civilización que creía tener el sartén por el mango.

Pero la naturaleza es sabia e imponente. Hace y deshace, a su ritmo. Entre furias y calmas. Y de un momento a otro nos mandó para la casa, a reflexionar y repensar tantas cosas, nuestros modelos económicos, las ganas desmedidas por producir y optimizar. Le declaró la guerra a la vida ordenada en una tabla de Excel con colores y llena de números y porcentajes.

 

 

Y hoy estamos en esa transición, en darle valor a lo que tenemos y no a lo que podemos tener o comprar. A disfrutar de las vistas, de los sonidos de los animales. O de ir marcando las pisadas en los cerros. Nos fuimos directo al cliché que todos dicen, pero nadie cree: volver a lo simple.

Nos dimos cuenta que nos necesitamos más que nunca, que algo tan simple como abrazarnos iba a ser una cuestión tan valorada como, no sé, tener las lucas para comprarse el último celular. Y en esa dinámica, empezamos a abrir los ojos y ver las cosas desde otra perspectiva.

Volvimos a enamorarnos de la naturaleza, que ahora solo podíamos ver a través de la tele o algún video en YouTube. Y que antes nunca nos habíamos dado el tiempo de disfrutar como realmente se merecía. Valoramos ese olor a tierra, o la calma en alguna cima lejana a la ciudad y al bocineo constante.

 

 

Hemos aprendido tantas cosas. Y quizás, después de todo, es una verdadera oportunidad de reenfocar nuestra energía y ganas, volver a enamorarnos de esas cosas que habíamos olvidado. De ser más humanos que antes. Y regalarnos una nueva oportunidad de construir ese vínculo perdido con la naturaleza.

Nunca había escuchado a tanta gente con ganas de ir al cerro, o de salir a correr o andar en bici. Y qué lindo, qué alegría poder ver ese cambio y vivirlo. Con toda la responsabilidad que eso conlleva, y cómo nos educamos para afrontar una vida que nos está acercando a disfrutar de nuestro entorno como nunca antes.

Quizás hay un exceso de optimismo en estas palabras, y bueno, probablemente es lo que más necesitamos.


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